El regalo de la paz suena como algo ilusorio, fantasioso y extraño para todos los que vivimos en este bello planeta azul. Percibimos los miedos que se proyectan de los transeúntes, amistades y familiares que en todo momento nos recuerdan que el mundo está mal, que estamos viviendo el final de los tiempos y que no hay nada que hacer y nos sentimos angustiados e impotente ante la vida.
Hay mucho que hacer pero no fuera de nosotros sino dentro, todos estamos proyectando hacia fuera las sombras que hay que limpiar dentro de nosotros y nuestro sagrado maestro el tiempo está presentando de una forma más rápida lo que todavía queda.
Hace 20 años atrás me inspire con las enseñanzas del Buda sobre caminar el sendero medio, también llamado el óctuple sendero de la pureza. Estas enseñanzas nos instruyen para que no quedemos atrapados en los extremos de la dualidad.
NO hay duda de que estamos experimentando diferentes emociones a diario. Aprender a vivir las experiencias sin llevarlas a los extremos es caminar el sendero medio. Vivir en cualquiera de los extremos es hacernos víctimas y victimarios de la vida.
Es imposible estar eufórico de alegría y luego sentirse extremadamente triste porque el efecto pasó. Una persona que camina el sendero medio disfruta en armonía lo bueno que la vida le presenta y también se adapta a los procesos de prueba y dolor sin perderse en ellos se adapta con ecuanimidad a los cambios de la vida.
El sendero medio es vivir la vida a plenitud sin ser demasiado afectado por los pilares opuestos de la vida. Es no apegarse tanto a lo que nos sucede, es ser parte de todo pero no engancharse exageradamente con las cosas porque en esta vida nada es permanente. Nos regalamos paz cuando reconciliamos los extremos de la vida y caminamos junto a ellos en paz.
Camino desde mi centro de luz, desde mi alma y mi SER eso al final es lo único eterno.
Jacqueline Disla