En el interior de cada uno de nosotros hay una consciencia superior que muchas veces pasamos por alto porque estamos muy identificados con nuestra mente personalidad – ego. Todo lo que se puede percibir en el mundo manifestado está en evolución o en estado imperfecto.
Muchos tratamos de ocultar nuestras debilidades y defectos. Nos ponemos mascaras ante los demás para evitar el juicio y la crítica, evitando así crecer y progresar a través de trabajar con nosotros mismos para corregir nuestras fallas. Tenemos hábitos, actitudes y una gran diversidad de roles que interpretamos y desempeñamos que forman nuestra personalidad. Nos sentimos atrapados en una prisión sin posibilidad de escapar.
Nacemos en condiciones apropiadas para aprender diferentes lecciones acumuladas de vidas pasadas y de nuestros ancestros. Culpamos a todo el pasado, a nuestros familiares y no asumimos la responsabilidad de nuestro crecimiento. A todos nos resulta más fácil desligarnos de la culpa que admitir que nos hemos equivocado, que hemos hecho daño y aceptar y enfrentar la consecuencia de nuestros actos. Nos engañamos a nosotros mismos y a los demás. Hacemos creer que somos buenos y víctimas de las acciones de los demás.
Empezar a tomar control de nuestro presente es importante en el camino hacia la auto-realización. El proceso de auto-observación es clave para no repetir viejos patrones de conducta que nos causaran el mismo malestar de siempre. Las heridas no se sanan de la noche a la mañana, es un constante trabajo interno y aprender a conectarnos con la consciencia superior es clave en el proceso.
Un método efectivo para empezar a sanar tus heridas es que te regales cinco minutos cada hora para hacer contacto a través de la respiración, el silencio con tu ser interno y visualizar a tu Maestro espiritual, una luz, una imagen sagrada, geométrica, o no visualizar nada y sentir los latidos de tu corazón.
Cada vez durante el día que tengas algún desafío emocional que enfrentar, recuerda respirar profundo sentir la emoción en una forma proactiva, respira cinco minutos antes de reaccionar. Esta es la clave para no seguir generando más dolor y sufrimiento en tu vida.
Jacqueline Disla